París, Ciudad de la luz.

Quienes me conoce, constantemente me preguntan de mis viajes. Al parecer quieren verificar de primera mano lo que la tv y ahora más que nunca el internet les muestra del mundo. Pues bien, aquí tienen una pequeña descripción de uno de los tantos lugares en los que me ha tocado vivir.  

París, la ciudad de la luz.

La primera vez que viaje a Francia, fue en un verano del año 2009. Una semana de vacaciones donde descubrí el París de la torre Eiffel, el del museo de Louvre, el París de los turistas.

Para mi segundo viaje pude descubrir una París más afamada, aquella que muestran en las películas con días soleados y una pareja tomada de la mano entre besos y miradas por demás románticas mientras se escucha La vie en rose de fondo, la tan célebremente llamada la ciudad del amor. Esto no hubiera sido posible sin la compañía de una mujer, si, una novia francesa que había conocido poco tiempo atrás. Puedo decir que esa nueva versión de la ciudad, me agrado mucho más, pues sirvió para embriagarme de romanticismo en un viaje en bote por el río Sena durante una calmada noche mientras mi novia me tomaba por el brazo, descubrí esa versión de París con un sin número de caminatas en las que nos perdimos entre los más recónditos lugares de la ciudad que, resultaron ser por demás agradables. Recorrer el Jardin de Tulieries definitivamente resulta más placentero y bohemio en la compañía de una hermosa mujer parisina. Si, dicha ciudad del amor, realmente existe.

Después de muchas visitas más, decidí renunciar a mi trabajo en una prestigiosa empresa tecnológica, líder en el sector energético, para aventurarme en una nueva vida en París donde me esperaba una maestría en ciencias por cursar, lo que marcaría la pauta para descubrir la vida desde los ojos de un parisino y no desde la vista somera de los turistas.

París en la vida cotidiana, resulta ser muy cara, no solo para los turistas, para los franceses mismos. El costo del metro cuadrado de un departamento en París varía entre los nueve y casi doce mil euros, dependiendo del arrondissement (barrio o distrito), aunque los salarios son proporcionales a su nivel de vida y los intereses que cobran los bancos por sus créditos inmobiliarios no exceden el uno por ciento, resulta complicado para un parisino promedio adquirir un departamento, por lo que, gran porcentaje de sus gastos corresponden a la renta de un diminuto apartamento en el que la gran mayoría vive.

El resto de sus ingresos se va como agua entre las manos en los gastos de la vida cotidiana restantes. Una subida al metro o al autobús cuesta alrededor de dos euros; entre más billetes compras, menor es el precio. Existe también la Carta Navigo, que es una especie de carta de fidelidad para utilizar el transporte público ilimitadamente por un costo fijo mensual. El costo depende de las regiones que abarque, ya que puedes pagar solo por París o incluir sus suburbios. Vale la pena mencionar que el servicio es excelente, cubre prácticamente toda la ciudad sin problemas, ya sea por metro o por autobús. Volviendo al precio, quizá esta es una de las razones por lo que mucha gente utiliza la bicicleta. Si miras en un mapa, la ciudad es una especie de circulo con un radio de aproximadamente cinco kilómetros, por lo que no representa un gran reto moverte de un lugar a otro en bicicleta, aunado al hecho de que tienen una cultura de respeto por los ciclistas y los ciclistas son también muy educados en su mayoría, con alguno que otro osado como excepción. Es por ello que el gobierno tiene implementado un excelente servicio que ofrece bicicletas llamado Vélib´, mismo que tiene un costo de aproximadamente veinte euros al año, con el cual puedes acceder a una bicicleta prácticamente en cada esquina. Son muy cómodas y están en buen estado, pues se preocupan por darles mantenimiento constantemente. Quienes no utilizan el transporte metro, se mueve en bicicleta o caminan en su defecto, los parisinos caminan mucho, no sé si por ejercicio, porque disfrutan del paisaje de la ciudad, por economizar o porque son en verdad ecológicos. Nunca utilizan el coche, es más ni tienen auto, les parece inútil e incluso de mal gusto.  

Uno de los clichés que resulta ser completamente cierto, es el de las salidas a tomar un café, una cerveza o claro, una copa de vino, y estos gustos también son caros, pues un vaso de cerveza de barril (por que la de botella es mucho más cara) de apenas veinticinco centilitros (si, centilitros, no mililitros como en América) van desde los tres hasta seis euros, dependiendo del lugar. Por lo que no es raro ver como se aglutinan los jóvenes a la orilla del río o en los alrededores del canal, tomando cervezas o vino que compran en un supermercado a un precio mucho más accesible. Fuman mucho y como una cajetilla de cigarros ronda los diez euros, al final resulta ser un vicio un poco caro, por lo que es normal ver a muchos parisinos comprar el tabaco en grandes paquetes y el papel por separado para que ellos se hagan sus cigarros que resultan ser mucho más económicos.

Durante el verano, cualquier día soleado es un buen pretexto para encontrarse con los amigos en algún parque, ya sea en los jardines de Luxemburgo o los mismos Campos Elíseos y sentarse a platicar y convivir con los clásicos aperitivos franceses, el pan, el queso y el vino.

Está por demás darles más ejemplos para llegar a la conclusión de que los parisinos viven muy bien, un poco justos de dinero, pero con una excelente calidad de vida, que resulta ser ciertamente muy cara pero que la gran mayoría con un trabajo promedio se puede costear. Por lo que no viven con lujos, son gente muy educada, que viste muy bien y no se preocupa por tener un coche o el último modelo de teléfono.

Una de las características que más me ha llamado la atención de los parisinos, y en este caso de los franceses en general, es lo homogeneidad de su sociedad en términos económicos. El gobierno se ha encargado de regular los salarios e impuestos ( estos últimos estratosféricamente altos) por lo que la brecha salarial entre una enfermera y un médico no es tan grande. Así que se olvidan de las poses y pretensiones económicas, pues asumen que todos viven prácticamente un estilo de vida similar dejando para las interacciones sociales temas más trascendentes.

Entre otras muchas amistades que hice, destaco dos muy buenos amigo: Remi y Louis Marie, chicos que trabajan en el mismo dominio que yo, el primero tiene una esposa española, llamada María Chillón, una artista consagrada del grabado, tuve la oportunidad de ir a algunas exposiciones en las que ella participo y puedo decir honestamente que me gustó mucho su trabajo, (les dejo un el link http://mariachillon.com  por si quieren saber más al respecto). Remi por su parte es un tipo bastante culto y con una sobresaliente inteligencia emocional, que gusta en sus tiempos libres de navegar con su bote a través de las costas de Marsella, su tierra natal. Por otra parte, esta Louis Marie, un chico proveniente de una familia católica muy conservadora, con el que entre otras cosas comparto un gran gusto por el atletismo, por lo que más de una vez salimos a correr juntos por las calles de París. Su esposa es una agradable chica de ascendencia asiática que trabaja en la conservación y remodelación de edificios antiguos. Con ellos es que más de una vez nos juntamos en un café o en el departamento de alguno de nosotros para cenar, tomar vino y platicar.

La ciudad tiene fama de ser cuna de la moda, y realmente lo es, no sólo por ser sede de prestigiosos desfiles donde los más afamados diseñadores presentan lo que posteriormente se convierte en tendencia. En realidad, puedes percibir que mujeres y hombres por igual visten con un estilo muy particular, muy elegante ciertamente y característicamente con el negro como color dominante, cuando se pone ya muy locos y extrovertidos utilizan el gris. Algunas veces encuentras personas que parecen vestir exactamente como las y los modelos de las revistas. Y cuando hablo de estilo, de buen gusto y de moda, no hablo de marcas caras, su forma de vestir es por el contrario a lo que la mayoría pensaría, es una forma muy sencilla. Las mujeres utilizan poco maquillaje y rara vez encuentras a una chica con ropa sumamente ajustada y zapatos altos. En cuanto a sus rasgos físicos, no podría hablar a ciencia cierta de los hombres, pero de las mujeres me parecen de las más bonitas que he conocido, (después de las rusas, claro).

Tengo también la impresión de que los parisinos tienen un estilo de vida muy agitado, claro entre el trabajo y su muy preciada vida social, museos, conciertos, exposiciones, festivales, etcétera, etcétera, etcétera, se requiere de un nivel de energía muy elevado. Más de una vez me tocó ver a gente corriendo para alcanzar el metro, sin importar que en escasos minutos llegase el siguiente, la gente suele arriesgarse a ser aplastados por las puertas del vago al cerrarse, muchas veces no logran su cometido e incluso más de una vez me tocó ver a gente atrapada por las puertas al cerrar. La primera vez me quede en shock viendo como el chico quería librarse de lío en el que se veía al estar atrapado por las puertas le vagón, para las próximas veces que me toco presenciar esto, yo era de los primeros que junto con otros pro activos ayudábamos a abrir las puertas para liberar a su víctima que bien podría ser una señora mayo o una mujer, estas últimas tienen un rasgo cultural muy interesante que no puedo dejar de mencionar. De donde yo provengo, un hombre suele ofrecer el asiento ya sea en el autobús o en el metro a una mujer que se encuentre parada, esto como un mero acto de cortesía y caballerosidad. La primera vez que me vi en una situación así en París, me levante inmediatamente para ofrecer mi lugar a una damisela, para que esta al instante, indignada y hasta ofendida me contestara con un rotundo no!. Después de pasar más de una vez por esta incómoda situación en la que me encontraba cada que ofrecía mi lugar a una mujer y esta se negaba a aceptar mi ofrecimiento, deje de hacerlo. Un día por curiosidad le pregunte a una amiga a que se debía dicha actitud por parte de las mujeres ante tal ofrecimiento y me contesto que las mujeres lo toman como una ofensa, para ellas es decirles que ya están viejas y no pueden estar de pie, o insinuarles con tu atención que ellas son débiles, y parece que no hay nada más ofensivo que decirle débil a una mujer parisina, y estoy hablando de una parisina cualquiera, no una de esas que pertenecen a la organización feminista llamada Femen en la que cuyas activistas suelen mostrar sus pechos como forma de protesta ante cualquier causa que consideran machista y de las cuales tristemente nunca he tenido la oportunidad de ver en el clímax de su activismo.
Haaa… l@s parisinos, l@s parisinos, vaya que son especiales, tanto que hasta los músicos que quieren subirse a tocar en el metro tienen que audicionar para obtener un permiso de trabajo en los vagones, por que no van a dejar que cualquier hijo de vecina se suba a ganarse la vida si no es deleitándonos de una forma decente, y creo que están en lo correcto, muchas veces me pase unas cuantas estaciones más allá de mi parada en el metro solo para terminar de escuchar a algún artista urbano, como Kinsy Ray, quien cuando acabo su número lo aborde para preguntarle si la canción interpretada era de su autoría. Resulto ser un inmigrante que había ido a París en búsqueda de fama. Por el momento no lo hace tan mal y para muestra el siguiente vídeo

A como extraño París, extraño todo, hasta el tipo que tocaba el acordeón en la estación Duroc, el maldito tocaba tan bien que no me resistí a darle un billete una vez que lo escuché interpretar Libertango del maestro Astor Piazzolla de una manera excepcional.

Tu me manques París… tu me manques.
Sarahel.

No está por demás aclarar que lo anteriormente descrito no es una regla, pero si son características muy marcadas que he podido observar, y que creo bien valen la pena compartir, abra quienes estén en desacuerdo, o quienes quieran comentar y dar su punto de vista al respecto, así que siéntanse libres de dejar sus comentarios o preguntas.



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